El proyecto TIR-FOR: una mirada retrospectiva
La TIR-FOR es un proyecto patrocinado por la Unión Académica International (UAI) que deriva de la unificación metodológica i conceptual de los proyectos Tabula Imperii Romani (TIR) y Forma Orbis Romani (FOR); dos proyectos clave durante el siglo XX para la topografía cartográfica de la antigüedad romana, concebidos como una gran obra de colaboración científica internacional.
La aplicación progresiva de las nuevas tecnologías a estos proyectos propició la decisión de la UAI, en su Asamblea General de 2004, de unificar los dos proyectos, considerando que, con las nuevas aplicaciones, la FOR serviría como una extensión i profundización de la TIR para determinadas regiones particularmente ricas en documentación escrita o arqueológica del mundo romano antiguo.
La Tabula Imperii Romani (TIR)
La Tabula Imperii Romani tiene como objetivo establecer la síntesis cartográfica, con fichas y comentarios, de toda la investigación sobre la antigüedad llevada a cabo en los países que formaron parte del Imperio romano. En 1928 O. G. S. Crawford, un geógrafo particularmente dedicado a los estudios arqueológicos, formuló el proyecto de elaborar un «mapa de todo el Imperio romano» basado en el International Map of the World (IMW), a escala 1:1.000.000, subdividido en cincuenta y seis hojas y tomando como ejemplo el mapa de Gran Bretaña elaborado por él mismo. Después de la Segunda Guerra Mundial y de un período de silencio sin nuevas publicaciones, el proyecto se reemprendió con fuerza gracias a formar parte de los proyectos patrocinados por la UAI. Así, en 1953 se constituyó, en el seno de la UAI, una comisión encargada de la TIR, que desde el primer momento trabajó con un espíritu de amplia colaboración internacional.
Originariamente, teniendo en cuenta la naturaleza y el propósito del proyecto, no se establecieron reglas estrictas para la elaboración de los primeros volúmenes. Cada redactor actuaba con cierta libertad para escoger la forma y los contenidos que se adaptasen mejor a las informaciones derivadas del estado de la investigación de cada zona cartografiada. Más adelante las directrices de la Comisión Internacional, y sobre todo por la intervención de G. Lugli, abordaron el problema de la necesidad de establecer criterios para seleccionar la información que debía incluirse en el mapa.
En 1931, en París, se presentaron, a modo de prototipo, los borradores de las primeras cuatro hojas: N-30 (Edimburgo), K-33 (Roma) y dos hojas españolas, K-29 (Porto) y K-30 (Madrid). Después se presentaron las versiones preliminares de las hojas K-32 (Florencia), J-32 (Túnez) y J-33 (Palermo). Fue finalmente en 1934 cuando aparecieron las primeras publicaciones definitivas: O-30 (Aberdeen), H-35 (Alejandría), H-36 (El Cairo), G-36 (Asuán) y F-36 (Wadi Halfa). Simultáneamente, siguieron presentándose otros mapas provisionales, de los cuales solo tres hojas se publicaron en los años siguientes: L-31 (Lyon) en 1938, N-30 (Edimburgo) en 1939 y M-32 (Maguncia) en 1940.
En los años cincuenta, después del paréntesis que comportó la Segunda Guerra Mundial, se reanudaron las publicaciones. En 1954 Gran Bretaña impulsó la edición de dos hojas africanas, H/I-33 (Leptis Magna) i H/I-34 (Cirene), y en 1958, la revisión de la hoja de Asuán. Les siguió la publicación de la hoja M-33 (Praga) en 1955, mientras que en Italia, la primera hoja, dirigida por G. Lugli, se presentó en 1961: L-33 (Tergeste [Trieste]). En 1965, el libro Tabula Imperii Romani. Drobeta, Romula, Sucidava se desmarcó de la línea editorial, pero la tradición se restableció el año siguiente con la publicación de la hoja L-32 (Mediolanum, Aventicum, Brigantium), y en 1968 con las hojas L-34 (Aquincum, Sarmizegetusa, Sirmium [Budapest]) y L-35 (Romula, Durostorum, Tomis [Bucarest]).
En 1975, se publicó en Francia una parte de la hoja M-31 (Lutetia, Atuatuca, Ulpia Noviomagus [París]), con algunas innovaciones interesantes respecto a la escala: la cartografía principal se seguía presentando a escala 1:1.000.000, pero se adjuntaron, además, algunos mapas de detalle (Bagacum, Camulodunum, Lutetia, Ulpia Noviomagus, Samarobriva). Este fue también el criterio adoptado en la hoja K-34 (Naissus, Dyrrachium, Scupi, Serica, Thessalonike [Sofia]) en 1976. En cualquier caso, en los primeros años de la década de los ochenta había solo unas cuantas hojas completadas y otras publicadas solo parcial o provisionalmente. En 1983, se publicaron algunos de los mapas correspondientes a Inglaterra, incluyendo la hoja M-30 (Londres) y parte de la M-31 (París), con el título Condate, Glenum, Londinium, Lutetia. Dos años más tarde, con un procedimiento similar, se publicó el volumen unitario titulado Britannia septentrionalis, que contenía las hojas N-30 (Edimburgo) y O-30 (Aberdeen), así como parte de las hojas N-29, N-31 y S-29. En el prefacio los autores afirmaban su intención de completar la serie británica con el propósito de hacerlo siguiendo un criterio unitario y no basándose en las subdivisiones tradicionales de las hojas establecidas inicialmente para el proyecto.
En 1993, el Comité Español de la Tabula Imperii Romani reanudó las actividades de edición de la Tabula con la publicación de la hoja K-29 (Conimbriga, Bracara, Lucus, Asturica [Porto]), de acuerdo con una fórmula bastante innovadora. Los mapas siguientes, K-30 (Caesaraugusta, Clunia [Madrid]), J-29 (Emerita, Scallabis, Pax Iulia, Gades [Lisboa]) y K/J-31 (Pirineos Orientales, Islas Baleares), coincidieron con la primera utilización de un sistema de gestión de datos informatizado. Después, diversas publicaciones fueron enriqueciendo el proyecto: la parte de Grecia (Philippi), que corresponde a parte de la hoja K-35 (Estambul); la parte de la provincia Palaestina-Iudea, editada por la Academia Israelí de Ciencias y Humanidades, y la hoja M-34 (Cracovia), editada por la Academia Polaca de Ciencias y Artes con la colaboración de otros cinco países, siguiendo el espíritu de participación internacional establecido desde el inicio del proyecto y estimulado constantemente por la Comisión Internacional, presidida entonces por el profesor Paolo Sommella, en las reuniones técnicas celebradas a partir de 1992 en los diferentes países involucrados en el proyecto (Madrid, Barcelona, Niza, Cracovia, Roma). Por último, en los años siguientes, la edición de la hoja J-30 (Valencia) completó la cobertura del territorio español, y la K-32 (Florencia) fue un ejemplo de colaboración científica internacional para estudiar la costa tirrénica francoitaliana. Además, el sistema empezaba a permitir la edición de informaciones a una escala de detalle aplicadas sobre el mapa a escala 1:1.000.000, gracias a los medios informáticos de localización de datos y de la construcción de relaciones entre los registros y la cartografía.
La Forma Orbis Romani (FOR)
En 1921, el proyecto Carta Archeológica d’Italia recibió el patrocinio de la UAI de acuerdo con la propuesta del senador R. Lanciani, y en 1923 tomó el nombre de Forma Orbis Romani (para Italia, Forma Italiae). En 1928, la Forma Conventus Tarraconensis se sumó al proyecto. Son denominaciones usadas todavía hoy por la FOR para continuar editando mapas arqueológicos en Italia y en España, con un total de más de cincuenta volúmenes publicados. Francia, que inicialmente estuvo asociada a esta empresa, continuó su camino de forma autónoma llevando a cabo la publicación de los volúmenes de la Carte archéologique de la Gaule.
La Forma Orbis Romani es, de hecho, una ampliación de la TIR mediante una cartografía más detallada. Se utilizan mapas arqueológicos muy precisos para reconstruir el territorio antiguo por medio de una cartografía generalmente a escala 1:25.000, o como máximo 1:50.000, lo que permite una geolocalización con coordenadas precisas.
Este trabajo, además de ser útil para la investigación histórica, incide también en la conservación y utilización del patrimonio arqueológico en el territorio. La recopilación documental i los mapas correspondientes proporcionan un instrumento útil para la investigación histórica y arqueológica, ya que se basan en las informaciones derivadas del trabajo arqueológico de campo y de los testimonios conservados en los archivos.
El método se basa en la ubicación informatizada de los datos en el mapa (ver www.formitaliae.it), dentro de un marco documental integral de todos los vestigios visibles o ya desaparecidos pero registrados en fichas de archivo o bibliográficas. La metodología establecida prevé: a) recopilar la bibliografía general y específica del área examinada y de los documentos correspondientes en archivos públicos y privados; analizar directamente sobre el terreno: identificar, redactar fichas y documentación fotográfica de nuevos yacimientos; crear mapas detallados y producir nueva documentación cartográfica (alzados, secciones y proyecciones axonométricas) de acuerdo con el sistema tradicional; b) controlar sobre el terreno de toda la información procedente de los sistemas de teledetección (fotografía aérea, información de satélite, etc.) concerniente a las trazas y anomalías susceptibles de aportar elementos de interés para el proyecto (monumentos, red viaria, centuriaciones, paleosuelos, establecimientos agrícolas, etc.), y c) realitzar levantamientos topográficos, con el sistema de coordenadas absolutas, de todos los elementos identificados y vinculados a una cartografía. La localización puede así recrearse sobre cualquier mapa y a la escala deseada por el usuario, que eventualmente puede no ser un arqueólogo (administraciones locales, etc.). Los trabajos recientes han tratado de aplicar, también, los nuevos instrumentos de medición tales como el sistema de posicionamiento global (GPS).
El proyecto TIR-FOR hacia la informatización global
En 2014, la Comisión Internacional de la TIR-FOR y todos los países que la integran decidieron trabajar en la informatización y difusión en línea de los datos de este proyecto de forma unificada, a fin de obtener una base de datos integrada para todo el Imperio romano. Así, en la actualidad cada equipo investigador trabaja con esta base de datos desde su propio territorio, multiplicando así las potencialidades del proyecto y con la aspiración de extender su uso a amplios sectores de la población. El objetivo final del proyecto acordado por la Comisión es aprovechar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para impulsar el desarrollo de una herramienta fundamental con la capacidad de difundir de un modo rápido y funcional el patrimonio arqueológico del mundo romano. Esta herramienta, cuyo embrión se engendró hace más de cien años, nace con la voluntad de ser una aplicación útil para el conocimiento y el disfrute de este pasado común.